Hola, soy Sebastián y esta es mi historia.

Llevo construyendo proyectos desde los 14 años, pero la verdad es que nunca tuve claro el “para qué”.
Lo único que sí sabía era que me encantaba escuchar a la gente hablar con pasión sobre lo que les gustaba.
Y mientras ellos lo tenían claro… yo me sentía perdido.

Mi primer proyecto fue un diario online ultimominuto.com (gran elección de nombre btw) que armé con mi hermano —sí, el que sale en la foto. Éramos chicos, no teníamos idea de nada, pero queríamos tener una página web donde nuestra familia pudiera leer nuestras “noticias” nos emocionaba publicar como si tuviéramos una redacción real

(esta fue mi primera vez “copiando”) literal el diario era exactamente “https://www.nytimes.com/es/” me pase 2 dias buscando una plantilla que fuese parecida hasta que la encontré exactamente la misma plantilla en marketplace de envato te dejo el link por si quieres copiarla 🙂 aquiya lo teníamos me demoré 1 semana en dejarlo perfecto (que gran error) y comenzó nuestra aventura por primera vez, nuestro resultado un estrepitoso fracaso solo nos hacíamos noticias de broma entre nosotros “como cuando apareci en la lista forbes a los 15 años” o cuando mi hermano “se convirtio en el accionista mayoritario de apple, comprando el 51% de las acciones a 3 lucas” realmente la pasamos muy bien, pero no era un negocio. definitivamente no era un negocio.

Después vino Dealwus.

Un intento mucho más “serio”.
A los 16 años logré comprarme mi primer Mac (un iMac 2008 usado, que aún tengo en mi escritorio y aunque este obsoleto, obviamente encontré la forma de seguir usandolo, solo porque lo quiero.) y con eso sentí que tenía el poder para construir algo de verdad, iba muy en serio.

Dealwus

este era mi primer borrador del logo, una maldita basura.

era una plataforma de intermediación financiera… totalmente copiada de un negocio norteamericano llamado Swapd, que en ese entonces era como el ForoBeta, pero en inglés (y se ganaba mucho mejor, obvio).

La diferencia esta vez era que no bastaba con una plantilla bonita.
Había encontrado una base en Discourse, pero el desafío era brutal: montarla en un servidor de Digital Ocean.
Yo no tenía ni idea de nada. Cero conocimientos de backend.
Ni de Docker, ni de SSH, ni de cómo reiniciar un droplet sin que se cayera todo.
Y abrumado por todo lo que estaba pasando, hablé con mi hermano, que es la única persona que siempre ha confiado en mí —incluso más que yo mismo.
Y decidió sumarse.

y ahora con este tremendo logo, no podíamos fallar.

Y estábamos, de nuevo: el proyecto ya había empezado.
Pero ahora con otro mindset, de verdad queríamos comernos el mundo.

A prueba y error —mucho error— terminamos montándolo.
Copiando tutoriales. Pegando comandos que ni entendía.
Borrando todo sin querer. Volviendo a empezar.
Y así, en ese caos, aprendí muchísimo más que con cualquier curso.

Cuando logramos ver el sitio funcionando por primera vez, fue mágico.
No era más que un foro vacío, con mi logo feo y un par de categorías.
Pero era nuestro.
Lo habíamos levantado con mucho esfuerzo.

este era el manifiesto de toda la página web.

Y contra todo pronóstico… Dealwus consiguió sus primeros 100 usuarios.
¿Cómo? Con unos anuncios paupérrimos en Facebook que hice yo mismo en Canva, con tipografías ilegibles y colores que hoy me dan vergüenza.
Literalmente eran fondos negros con texto blanco en mayúsculas que decían cosas como “VENDE TU CUENTA CON SEGURIDAD” o “GANA DINERO DESDE TU CASA”.
Parecían estafas.

¿suena a estafa verdad?

Y sin embargo… funcionaron.
Porque detrás del diseño horrendo y el targeting pésimo, había algo real:
estábamos resolviendo un problema.
Había gente —como yo— que quería vender cosas digitales sin que los estafaran.
Y el foro, por más feo que fuera, cumplía su propósito.

Esos primeros 100 usuarios me enseñaron algo que nunca olvidé:
lo importante no es cómo se ve, es cómo se siente usarlo.
Si soluciona un problema, si conecta con una necesidad, si alguien lo comparte sin que se lo pidas… entonces vale la pena seguir.

No duró mucho.
El crecimiento se estancó, el servidor se cayó más veces de las que puedo contar.
Y como pasaba siempre, ya no podia compaginarlo con mi colegio, mi mamá ya no quería pasar vergüenza en la reunión para ver mis notas.

Dealwus terminó muriendo como tantos proyectos:
sin pena ni gloria, sin una despedida formal, con un “lo desactivo y después lo arreglo” que nunca pasó.

Pero no me arrepiento.
Porque ese proyecto me dio más que usuarios o ingresos:
me dio una certeza interna de que sí podía construir cosas reales, incluso sin tener idea.
Que a punta de copiar, probar y fallar… se aprende.
Y que todo lo que parecía imposible al principio, se vuelve posible cuando lo haces, aunque sea mal.

Después de Dealwus, me alejé un poco de lanzar por lanzar.
Y me metí de cabeza en algo que nunca había hecho en serio:
aprender de verdad cómo piensan los fundadores.

Me obsesioné con leer historias reales, seguir a gente que construía en público, entender cómo funcionaba el juego del venture capital, las comunidades, los primeros lanzamientos…
Aprendí de build in public, de los que compartían sin filtros, y también de quienes lo hacían todo en silencio.
Pasé por EmprendeLatam,

estuve en Krea2, estudie en YC su curso de fundador, en cursos libre como code in place de standford y en distintas instancias del ecosistema emprendedor que me mostraron algo que me marcó:

la mayoría de los emprendedores se demoraban demasiado en lanzar.
O peor: ni siquiera sabían por dónde empezar.

Y no era por falta de ideas.
Era por falta de referencias reales.
De claridad.
De estructura.
De ver cómo lo habían hecho otros de verdad, sin rodeos.

En cada pitch, en cada bootcamp, en cada mentoría, escuchaba lo mismo disfrazado de distintas formas:

“¿Será que esta idea vale la pena?”
“¿Estoy listo para lanzarla?”
“¿Cómo lo hicieron otros en mi situación?”

Y ahí fue cuando todo hizo clic.
Eso que yo había buscado por años —una especie de cuaderno abierto de otros emprendedores reales— no existía de forma clara.

Así nació Copiable.

Como respuesta a esa parálisis que vi tantas veces en otros… y tantas veces en mí.

Copiable no es una plataforma para copiar ideas sin pensar.
Es un espacio donde se honra lo que ya funcionó, se aprende de quienes lo hicieron con errores incluidos, y se accede a caminos reales para empezar con los pies en la tierra.

Porque si hay algo que entendí en todo este recorrido, es que copiar no es trampa: es parte de cómo avanzamos como especie.
La evolución —biológica, cultural, creativa— siempre ha funcionado así: observar lo que da resultado, adaptarlo, mejorarlo, transformarlo.

La ciencia lo hace.
El arte lo hace.
La música, la tecnología, el lenguaje… todo se construye a partir de lo que otros hicieron antes.
Entonces, ¿por qué esperar a tener la idea “perfecta” si podemos empezar desde lo que ya demostró valor?

Nadie parte desde cero.
Y cuando ves que otros lo lograron —con recursos limitados, con dudas, con miedo—
el miedo propio se vuelve más liviano.

Eso es Copiable:
Un lugar donde copiar deja de ser tabú y se convierte en una herramienta de claridad.
Una biblioteca viva de negocios reales.
Una guía para empezar sin adivinar.
El lugar que yo hubiera necesitado cuando no sabía por dónde comenzar.

Y si llegaste hasta aquí… tal vez tú también estás listo para construir desde lo que ya sirve. Bienvenido a Copiable.